miércoles, 30 de abril de 2008

Empezamos con chocolate (¿original, no?)

Nunca he sido un apasionado del chocolate. Soy más salado que dulce, y más ácido que amargo. Afortunadamente, también en la vida real. Por eso cuando probé estas fresas con chocolate blanco me quedé francamente sorprendido.

Es un producto alemán. Los alemanes no sorprenden gastronómicamente en nada: patatas, salchichas, pan,... No lo digo yo, lo dice la Oficina Alemana de Turismo.

En cuestión de postres la cosa mejora un poco: strudel, pastel de cereza, chocolates,..., No les reconozcamos tanto mérito, puesto que todo esto se reconoce como gastronomía centroeuropea, no exclusivamente alemana. Los suizos y los austríacos tienen mucho que ver en esto.

En lo que sí tienen mucho mérito es en su reponsabilidad para con la alimentación ecológica, asunto en el que se están convirtiendo en bandera europea: el problema con el aceite de girasol lo destaparon los alemanes y sus estrictos controles...(espacio para añadir un chiste sobre la capacidad de Bernat Soria, a su lado). En Alemania conseguir la etiqueta de ecológico para un producto cuesta mucho sudor (que no regalos al encargado de turno, como en otros sitios), pero una vez obtenida el éxito está más que asegurado.

El caso es que de Alemania nos viene estas fresas cubiertas de chocolate blanco que son la envidia de los chocolateros españoles. Aquí no pasamos del chocolate con naranja, o con avellanas, mientras que los alemanes ya han descubierto la forma de comercializar industrialmente unas fresas, que no sean escarchadas ni confitadas, pero que tengan una textura lo suficientemente coherente con el chocolate que las envuelve.

Hay que destacar las de la marca Gourmet León. He visto en las cadenas alemanas de supermercados baratos que se están implantando en España (no me hagáis decir nombres) algunas copias de productos de esta marca, como los granos de café cubiertos de chocolate negro. Será cuestión de tiempo que saquen también las fresas, pero hay marcas y marcas como hay fresas y fresas, ¿verdad?

Bocadillos de sardinas...

¿Cuántas veces se os ha acercado un amigo con un trozo de panceta diciéndote: "Tú, que eres tan tiquismiquis, dime si esto es o no es una delicatessen?" A mí bastantes.

De nada sirve decirle que ser gourmet no significa ser un snob, o que sabemos apreciar una buena panceta, o un bocadillo de sardinas,... Cada cosa tiene su momento.


Cuando me escuchan yo cuento el ejemplo de las copas y el champagne... Una copas de marcha me las tomaría con mis amigos, una botella de champagne con mi mujer (a ser posible en una bañera llena de espuma). Lo que no voy a hacer es olvidar a una o a otros, ser de piñón fijo.


Ser un gourmet es parecido. No comemos foie y ostras cada día, ni falta que nos hace. Pero no renunciamos a probar cada exquisitez que vemos, siempre con la mirada crítica de quien piensa que puede existir algo mejor.


A lo mejor es nuestra terapia contra la infidelidad, o nuestra pequeña muestra de rebeldía contra la sociedad y las normas establecidas. Pasta con tomate sí, pero, ¿por qué no también con pesto rosso?